Primero, esfuércese por ser consciente de las grandes o pequeñas dificultades que debe superar en el día a día. No busque excusas o finja que no existen para no enfrentarlas.
Hay dos formas de manejar las dificultades: Modificarlas o adaptarse a ellas. Entrénese para determinar en qué categoría clasifica cada dificultad que se le presenta en la vida para tomar las acciones necesarias. Enfóquese en las que puede cambiar y no en las que están fuera de su control.
Desarrolle la fuerza del coraje. En el sentido más moderno el coraje es la firmeza ante el peligro, la capacidad de soportar el sufrimiento físico o moral, la capacidad de decidir o de actuar a pesar de los riesgos y las dificultades.
Ante una situación estresante, deténgase durante unos segundos o unos minutos, cierre los ojos, respire profundamente y traiga a su mente un recuerdo agradable que le produzca ternura, amor o felicidad.
Recargue las energías que necesita para enfrentarse a las situaciones. Tome un descanso corto, un pequeño refrigerio, una bebida fría, un té o un café ligero.
Los estados de ánimo pueden cambiar si cambiamos nuestra corporalidad. Si el tiempo lo permite dé un paseo vigoroso, camine o salga un momento de su casa u oficina.
Mantenga el contacto con su red de apoyo. Comuníquese con al menos una persona agradable, un familiar, amigo o cualquier persona que pueda ayudarle a animarse.
No se desanime ante la adversidad...Cada dificultad encontrada debe ser una oportunidad para seguir progresando.
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