Las dificultades son parte de la vida; no son opcionales. Pero cuando nos topamos con ellas, siempre hay dos opciones disponibles: evitarlas o enfrentarlas.
Independientemente de la dificultad que se nos presente, siempre tenemos la opción de verla como un muro insuperable o abordarla como un desafío.
Dependiendo de la actitud que adoptemos, los resultados serán diferentes.
Si vemos el problema como un muro insuperable, podemos sentirnos completamente indefensos porque nuestras soluciones habituales no funcionan o porque no tenemos la energía o el coraje para aplicar las soluciones que nos permitan resolverlas.
Frente a esta situación, cuando pareciera que no tenemos una solución posible, muchas veces la actitud que asumimos es la de evitar enfrentarla y por supuesto las consecuencias en nuestra vida son el miedo, la ansiedad o la frustración.
Por el contrario esa misma dificultad podría transformarse en un desafío. Incluso si nuestros medios habituales para resolverla no funcionan.
Entonces en vez de evitar la situación podemos verla como un gran desafío que enfrentar, en lugar de un muro insuperable al que hay que evitar.
Cuando enfrentamos la dificultad y la asumimos como un desafío en lugar de evitarla, el resultado es sorprendente: Nos ponemos en acción, somos más creativos para encontrar soluciones y nos llenamos de fuerza para seguir adelante.
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